La respuesta consistió en aportar un marco institucional de fondo en términos de maestros, psicólogos, asistentes sociales, médicos etc., todos ellos trabajando en conjunto para mejorar pautas de comportamiento, quizás formas de pensar, como también valores a adoptar, medios para que el villero, si bien no se diga “para que deje de ser villero”, en el fondo, todos cargan con el estigma de vivir según pautas propias de la villa.
Quizás toda villa en el fondo, implique potencialmente ingobernabilidad.
Ahora, ya fuera del debate, las pautas propias de la villa, ¿en qué consisten?, en ciertas apatía por cualquier tipo de progreso material, personal, donde el porvenir de los hijos queden también marcados por esa ausencia de valoración, de abandonarse a la vida fácil en el sentido de no ser responsable, y el delito encontrar en la villa un contexto favorable para su crecimiento, y si se trabaja, sólo hacerlo para satisfacer necesidades urgentes como comida, bebida o pagarse algunos vicios, la promiscuidad, la falta de higiene y la cantidad de hijos de las familias villeras, completan el círculo de la pauta propia de la villa.
Entonces, una sustancial pregunta cae de maduro, si es nocivo para la sociedad la emergencia de la villa, ¿por qué se permitió su nacimiento?, ¿dónde estuvo ese caudal institucional ejerciendo una prevención y actuar prestamente para destruir las condiciones que hicieron posible, no sólo el emerger de la villa sino la pauta cultural, conductual, antropológica si se quiere de la condición del ser villero?
En el fondo, el bagaje institucional recién ejerza su función como expresión “ad hoc”, detrás de los hechos y el acontecer villero, hacerse visible y notorio como realidad en la realidad de todos los días, cuando la villa deja de lado su condición virtual y surge según noticias apocalípticas, nefastas etc., porque la realidad de la villa como la de la no villa son bien distintas, antagónicas si se quiere, pues una representa la carencia, la ausencia y la otra, la que aporta ese marco institucional y ejercicio legitimado de una cultura dominante e interviniendo en ese marco de necesidades y carencias.
¡Hablamos de un mezclar de mundos?, no, tal mezcla no es posible porque algo que no debía suceder –la villa- ha sucedido, y lo que en primera instancia nació como expresión de un fenómeno de falta de recursos, con el correr de décadas ahi nació una forma de ser y de estar con características de la villa.
El poder y el alcance institucional respecto a la realidad, ¿puede llegar a torcer el sentido que imprime lo real en las personas y sus vidas?, cuando lo institucional es “ad hoc” decimos que no, pero cuando lo institucional es parte de lo real previniendo, analizando, comprendiendo lo complejo de lo real, entonces, no hablamos de dos ámbitos distintos, sin embargo, ¿esto último existe?, comprender a lo real no es imprimir sello alguno a lo real tal como suceden en sociedades totalitaristas, militarizadas y cerradas de otros lugares del mundo, por lo cual lo institucional como algo inserto en lo real es mera utopía.
Mientras, con el caso de nuestro amigo villero, él sea parte de una realidad a la que la realidad del mundo formal e institucional, en principio, no le hubo importado, pero al haber ido creciendo como fenómeno reproducido en el país, deja de ser insignificante para adquirir dimensiones que pone en tela de juicio a ese mundo formal, moral, educativo y funcional en sí mismo como la única realidad a considerar, porque la villa propiamente dicha, es disfuncional, entonces, mientras no cause problemas, ¡a nadie le importe!, sin embargo, cuando se visibiliza como tal por los motivos que sean, el ser villero y la villa, es una realidad a la que se debe intervenir.
¿El villero quiere ser villero?, nadie quiere vivir ni nadie se acostumbre a la carencia, pero sostener que se es villero según factores económicos es caer en un reduccionismo, pues la marginalidad, el hacinamiento, la desocupación, drogas, delitos y violencia implican hechos cotidianos que se viven en las villas y en todos los estratos sociales, que no comparten las condiciones de higiene, salubridad, falta de coberturas que se experimentan en las villas.
Sin lugar a dudas que la causa material de una distribución injusta fue el principal elemento presente en las villas en nuestro país, construcciones coyunturales del momento y por ello fueron llamadas “villas de emergencia”, no obstante, las villas se fueron posicionando como una forma de resistencia a la desigualdad imperante, por el cual sus pautas culturales ya no constituyan una presencia según carencia material sino formas de conducirse, entender, gustos, apetencias y valoraciones con el sentido de lo propio y nacidas en ellas.
Si la villa surgió como una expresión de falta de oportunidad, el ser villero como una característica de aquellos que viven en la villa y más allá de estigmaciones y marginalidad, exista un orgullo villero que no significa ser orgulloso por sus condiciones de marginalidad y ni de pobreza, sino sentirse orgulloso por vivir en la villa, con una cultura, música y pensamiento villero.
Y según la cultura dominante, combata por ser disfuncional.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias