La cuestión mediática de los analistas sostiene que esos pocos votos que llevaron al triunfo a Macri, (una ventaja de poco más de 700 mil votos) fue parte de una sociedad que quería decir algo, acaso esa sociedad ¿no hablaba antes, no decía, no tenía espacio, voz pero si voto?, es una interpretación del hecho electoral.
Supongamos que eso sea así y que nos pone en relieve a que no escuchamos a quienes nos dicen cosas que no queremos escuchar e inmediatamente pensar, “mire no fastidie, no diga cosas desagradable” o algo por el estilo, en otras palabras, una ausencia no sólo de diálogo sino de mirada es la que impere en tales personas y si la trasladamos a un gobierno, hallarnos frente a una mortal condición y asfixiante para esa otra porción de la sociedad que experimenta la realidad distinta de los que gobiernan. No se trata de votos ni de clientes políticos sino de realidades (personas) en la decisión política (agenda) del país (gobierno), corolario, el voto que le dio la victoria a Macri quería decir algo.
Por lo tanto, lo que emerge a primera instancia como elemento de análisis sea esa tentación de hablar y escuchar aquellos que son afines a nuestras ideas y conceptos, con esos que vamos por el mismo carril y compartimos los mismos objetivos, como una buena manera de posicionar valores y actitudes, de enraizar posturas y de fortalecernos con lo mismo, ahora, con una advertencia de fondo, de no abusar de tal hecho, porque incurriría en la miopía de negarme a ver que existe otra cosa que no es la que digo, creo o espero, por el cual el bombardeo mediático hacia una dirección y sus bajadas de línea, se vaya transformando poco a poco en un adoctrinamiento, como es el posicionar algo ajeno a la persona y que la haga propia, ya sea lo ajeno de una idea, de un partido, un voto, una postura política etc., puestas como verdades perennes cuando lo que ellas involucran y significan impliquen un ámbito de constante cambio, por el cual con el adoctrinar, indirectamente se busca fijar lo real que no es más que la propia realidad, y si hay otra no la registrarla y menos que menos legitimarla.
En la misma medida le cabe a toda oposición, ¿ésta representa a esa realidad que todo oficialismo se niega a ver o se representa ella misma en su condición de oposición?, como vemos, unos y otros puedan compartir la misma metodología de acciones, con actitudes, motivos y objetivos teniendo por eje a la gente, pero sin escuchar a quien dicen representar. Esto pone en cuestión que la oposición no represente a terceros sino más que a sí misma y se justifique desde el caudal de la gente.
Pero supongamos que no es así, que toda oposición represente si o si a la gente, entonces, cuando el oficialismo niega a la oposición, en el fondo, niegue a la gente representada por esa oposición, o la otra parte de la realidad que no desea ver, escuchar ni dialogar.
Si dejamos de lado los rótulos de los partidos nos encontramos que detrás de todo existe la gente, ahora, si se fragmenta ese todo, entonces, se habrá de gobernar para una parte y dejar de lado la otra, esa la que no se quiere escuchar, oír o ni siquiera legitimar como reclamo, por el cual una oposición va a ir gestándose en ese todo ya disuelto y sin solución de unidad, el otro, así, el que no vota como yo voto es mi amenaza, si yo soy la patria, el otro es el apátrida, si yo soy leal el otro es el traidor y así, la lista hacerse interminable.
No fue por gratuidad que el demonizado Macri, la vertiente neoliberal, los intereses extranjeros, el modelo del ajuste, junto a la devaluación, apátridas y traidores según la mirada saliente, tengan hoy su oportunidad, de tener en cuenta a la otra gente, la que el presente gobierno no tuvo en cuenta y que por ella, se fue.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias