Pero quizás, la muerte no sea invencible en todos los casos, porque ella misma sucumba ante algo que la supera, aún, cuando ejerce su funesta presencia, hablamos del amor, se ama a quien ya ha muerto y su presencia acompañe el resto de la vida, pero no a través del recuerdo sino a través de la presencia viva en aquel que vive, se trate de la patencia de aquel que ha muerto, y no hablamos de lo vivo que aportan los recuerdos del fallecido/da, sino de la presencia intangible del espacio incognoscible que lo celeste provee.
¿Y qué significa esto?
Una región oculta emparentada con las sutilidades que nos rodean como son las ideas, los símbolos, las significaciones, las sensibilidades, las creaciones y las palabras que nos circundan y posibilitan que habiten al mundo las trascendencias que otorgan desconocidos horizontes, distintos cielos, nuevos bríos, o el redoblar de las esperanzas y el surgimiento de las emociones o lo celeste posicionado en nosotros como sutilidad in situ.
La vida posicione todo eso y el advenir de la muerte lo quite, pero lo inmaterial que caracteriza a lo celeste continúe en su forma predilecta, la presencia de lo vivo acompañando el padecer de quien vive por ese que ha muerto, sea consecuente con la vida que el ser muerto ha generado en vida y su representación acompañe mucho más allá que el recuerdo contemporáneo, tal vida rompa con los límites de lo epocal dando una chance a lo eterno y a que se inscriba como posibilidad mundana. Y si hemos señalado al amor como superadora de la muerte es porque él, es terriblemente fuerte, hasta el punto que una vida sin amor no puede ser tildada de vida, el apelativo de "muerto en vida" es para aquellos que no sienten o no han conocido el amor, el misterio del mundo pase por ese instante cuando alguien se enamora de alguien, ¿por qué sucedió ese enamorar sólo con esa persona de todos los millones de seres que existen en el orbe?, las explicaciones son pos factum pero jamás otorguen una chance a priori alguno que sostengan que dadas tales condiciones surgirá el enamorar en esa mujer u hombre, algo que nos señala los límites del decir y del lenguaje, pero más precisamente, de lo que entendemos o comprendemos acerca del fenómeno amoroso.
Por ello, nunca más comprometidas con el mundo humano que la vida y la muerte con el devenir del amor, la trilogía marque el único sentido existencial del ser humano, no lo da el poder, ni el dinero, la fama ni los éxitos, sino vivir la tragedia amorosa porque si o si quede involucrada esa vida y esa muerte, ya que si amas, tal ejercer lo agote, donde el sentido de lo eterno no se halla sujeto a la flama de las pasiones ni al ejercer de las emociones, porque lo eterno que hemos señalado, implique apenas un reflejo que lo ausente instala como parpadeo de la ilusión que posiciona lo permanente.
Y ya dejando la trilogía mencionada y sin intentar señalar empíricamente ese sentido de excelencia o instancia epocal, sea pertinente el recuerdo de aquellos que nos han acompañado y hacer parte de nuestras vidas, entonces, Salve Mónica.......... .
A la memoria Mónica Elena García
Juan Oviedo
SiGesellnoticias