La soberbia siempre tiene a sus víctimas, desde el momento de creerse elegido o depositario según terceros, para superar a quien por el momento no hay en el horizonte argentino alguien que lo pueda superar, es un acto de soberbia y al que se debe pagar, la afrenta del desafiar si o si se debe pagar.
Hablamos de uno que nació en la villa y forjó su espíritu que solo la necesidad, la miseria, el ahogo material puede dar, el espíritu de supervivencia que se traduce en sobrevivir sólo si ganas, no "en ser el mejor" sino en ganar, tal ser la lección del espíritu de la villa, de lo contario no sobrevives, mientras que el otro, fue producto de una clase media rosarina.
¿Que muestra la imagen que abofetea sin clemencia a esa curiosa sensibilidad argentina manipulada sin pausa?, un canto a la falacia del tipo "apelación a la piedad", he ahí a un hombre de 29 años llorando y mostrándose vencido, derrotado, pidiendo perdón a aquellos que lo hubieron de denostar y fueron sus victimarios, caldo de cultivo de los medios y responsables del relato del mejor del mundo ungido y elegido que sí o si habrá de coronar a una nueva argentina campeona del mundo.
La imagen que muestra a quien hubo perdido esa final, ¿es la de un hombre o a un joven con barba disfrazado de hombre?, porque el capitán que perdió la final del 90 también lloró, sin embargo, la diferencia entre ambos llantos entre uno y otro son diferentes, una dice "perdón argentinos" , mientras la otra es la descarga de bronca que no pide ni reclama perdón, ni consuelo ni nada, curiosamente la primera nos hizo recordar a otro llanto público pero en otro contexto, el del tenis.
Una dialéctica perversa ha dado lugar y potenciada por la masividad mediática, lo perverso en la relación víctima y victimario, y con momentos intercambiables pues ¿quién victimizo primero?, el joven rosarino desde un fomentar mediático caló en las apetencias de los argentinos y ser el abanderado por llevar adelante las ilusiones mundialistas de los argentinos en la selección mayor, fue quien victimizó, historia que hubo de comenzar en el mundial del 2006, continuando en el 2010, vigente en el 2014, y dominante para el 2018 e incluso al del 2022.
Pero el fracaso del "mejor jugador del mundo", título nobiliario del que se regodean muchos periodistas por las razones que fueron, no consiguió nada, a lo sumo, el primer puesto de los segundos, por el cual las reacciones no tardaron de aparecer y la sociedad futbolera fue acuñando una serie de juicios, voces, comentarios, así, " que es un producto español", "que no canta el himno", "pecho frío" etc.", se trata de los efectos de la antítesis que va emergiendo, la víctima de la soberbia potenciada por lo mediático y victimizante de esa población futbolera por crear expectativas que no supo cumplir (población cada vez más desesperada, no importa de qué sino de cualquier cosa), cambia, muda, la sociedad subordinada a él se torna victimaria, busca su chivo expiatorio que no emerge por gratuidad, sino que recae en aquel que subido al carro de los elogios y del triunfalismo desafío al panteón divino creado en el 86.
Pero el llanto y los ojos vidriosos que recorrió y recorre el mundo, se torna parte de un nuevo capítulo de esta historia y preludio de la gota final rebalsando el vaso: la decisión de dejar la selección, aquí surge un giro de 180 grados en esta relación dialéctica, estemos ante un nuevo mudar, la víctima pasa a erigirse nuevamente victimario, pues con tal declaración provocará la nueva legión de pedidos en ignotos, famosos, políticos, artistas, niños y cuanto más con el "NO TE VAYAS.....etc."
La sofrosine griega era la mesura acerca de los actos humanos, como opuesto se erigía la hybris, y se entendía como desmesura que conllevaba al desenfreno, la altanería, la soberbia, el arrebato, el daño, por ello es que la hybris se encuentre tanto en víctimas como en victimarios, cuidado, no se debe desafiar a los dioses, ya sea intentando ocupar su trono o mucho peor, cambiarlos por otros, el castigo es evidente.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias