Y en este punto es cuando la analogía surge sola y es la que compara a las filas más altas del presente gobierno con acciones delictivas a las que se tratan de tergiversar justificados en la exigencia de la ideología neoliberal, sin embargo, la condición neoliberal también tiene en claro otra cosa, el respeto por las instituciones y algo que a la presente gestión parece no tener en cuenta. Los hechos y los dichos cuando se bifurcan enreden el siguiente corolario, que lo hecho a título para el país en el fondo, termine redundando en el beneficio comercial de la dinastía familiar, perjudicando a esos terceros que eligieron al actual presidente para llevar adelante las cuestiones del país.
Retornando a la película señalada, los malos, son rápidamente identificados y por el otro lado, el héroe y la policía también, ahora, este héroe se encargará que no intervenga a posteriori el poder judicial porque ningún ladrón será atrapado, todos ellos mueren y en esa muerte resida el castigo por lo que hicieron y hacen, y en este punto es que llegamos al momento imposible de analogizar, porque "los malos, los delincuentes, los buenos etc. no son figuras claras ni discernibles en las altas esferas de la Argentina y en la que se incluyen a funcionarios, jueces, periodistas, políticos, diputados, senadores etc."
Un país que ha perdido esa línea demarcadora es un país preso de la corrupción, el narcotráfico, la hipocresía, junto a la conveniencia declarativa de "lo políticamente correcto" como ejes de su realidad, y hoy día, ser la materia prima de lo que alimenta a eso que se ha insistido en llamar Democracia. Algo difícil de sostener desde la credulidad ya que por su sistema se constituya la paradoja de posicionar la particularidad desde la generalidad que vota o la ciega elección que no elige.
El relato de lo democrático, de lo que es e implica la democracia para la moderna sociedad argentina, sus alcances y beneficio como sistema de gobierno civilizado y cuanta cosa más, no puede ocultar la decadencia que este sistema instala y cuya mayor representación sea el no poder demarcar y mantener fehacientemente "la línea demarcadora entre buenos y malos".
Porque tal línea se ha revelado epocal y por ello, falsa, así, peronchos, radichetas, los K, cambiemos y los que vendrán, son los que por infatuación electoral determinan lo bueno y lo malo, para después de haber pasado, sus males ser juzgados por la historia, un curioso espacio donde no existen las cárceles, entonces, la impunidad sea colaboracionista central en esta ausencia de línea demarcadora que no sea epocal.
Ahora, lo peor no sea lo señalado, sino que para ser gobierno, ese político debió haber hecho algo, pero no a la república ni a la patria que son intangibles, sino a las personar para que no creyesen en ellos como personas que deciden y sí en los políticos que deciden por ellos, la carne de cañón mental que implica ser un seguidor y partidario, el convertir a millones de personas a esa condición crédula y acrítica de ser seguidor, partidario, militante no tiene perdón alguno, no lo puede haber por crear las huestes de los bombos y de las boinas, de los troll y los oídos adoctrinados, a escuchar las voces que les dicen lo importante que ellos como oídos son y aplaudan desde la liturgia del folclor y la movilidad, desde los actos y los vivas de pancartas y banderas, que los aleja y los acerca simultáneamente por el creer al que son afectos.
De buenos hoy a ser malos mañana, que te acerca a tu mañana como sin mañana.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias