El mercado o el ejercicio de la actividad del turismo hizo que los patrones ganaran exponencialmente más que sus asalariados de entonces, y diferencia material presente en el posterior nacer y crecer de las sociedades costeras, pues crecieron bajo la forma mercantilizada con el agravante de no poder hacerlo durante los 365 días al año, por el cual las condiciones recesivas del balneario ya estaban aseguradas en sus orígenes, corolario: todo balneario estructuralmente implicará recesión.
Hoy día está claro lo que hace 30 o 40 años atrás no lo estaba, el fetiche colectivo del balneario mercantilizado a su servicio no lo es ni jamás lo podrá ser, dos hechos significativos lo impidan, uno, la insuficiencia del consumo de todo el año y dos, la imposibilidad del mudar de esa mercancía, por el cual a la ausencia del consumo agregársele la del producto, que nos señalada a un producto cosificado y trasladable a la sociedad emergida a su vera.
Por ello el dinamismo, creatividad y pujanza para insinuar un destino distinto al producto de estos colectivos, al faltarles aquellos ¡redunde también en cosificación!
La cosificación se muestra en el vaciamiento de cabal significado en los contenidos culturales, políticos, educativos y mediáticos que se generan y al que son propensos los sujetos en la mayoría de estos colectivos, así, degradación, ignorancia, prejuicios, superstición los sobrevuelen, naturalizando esas características como lo hacen con el invierno.
Afectos a la mentalidad animista de la panacea del verano, sea ese el mayor de los fetiches al que padecen, exponiéndolos a un Medioevo existencial donde solos los pocos afortunados que pueden viajar, encuentren ahí una bocanada de aire fresco para soliviar en lo posible la contaminación en la que viven, ¡que no es de tinte natural sino por reproducir la mentalidad pueblera!
Como no hablamos de lugares productivos, porque en la mayoría de los balnearios no hay fábricas, entonces, todo lo que tiene que ver con el producir se encuentre ausente, ¿conclusión? no hay inventiva, creación, novedad, iniciativa y de existir algún talento, no será reconocido por aquellos encargados de tomar las decisiones, alcahuetes de esos mediocres fabuladores o pseudo dirigentes, los políticos locales con sus funcionales consecuentes.
La mercancía y su continuidad en el colectivo como algo pujante y visionario fue posicionada por el relato mágico del devenir histórico que fundadores y pioneros realizaron, la mentalidad acrítica hubo correlacionado producto-colectivo y sostuvo la preeminencia de una por sobre la otra, así, al éxito de la mercancía en el mercado de la temporada, devendría en mejores condiciones para el desarrollo del colectivo o lo que hoy se denomina teoría del derrame, pero tal visión positiva no hizo más que ocultar, cubrir, la fragmentación que existe y existirán cuando hablamos de lugares o espacios entre dueños y empleados.
El propio devenir puso como falso esa visión positiva, por el contrario, podemos decir llanamente que hablar de "mercancía y colectivo" en el fondo siempre fue hablar y estar ante una contradicción sin posibilidad de acuerdo dialéctico, representante del pensamiento burgués sin aminorar o tergiversar el choque de los contrarios y niegue la propuesta hegeliana de la síntesis superadora. Porque si debemos señalar a una dialéctica ésta sea la negativa, tal como Adorno la supo sostener, "no hay posible síntesis en la contradicción", ésta señala a la dominación y la desigualdad como algo antíteco sin conciliación alguna.
Si apelamos a una metáfora, quizás se entienda lo que estos colectivos e hijos del producto significan, "la de estar en el desierto" y esto implica, aislamiento, soledad, vacio y sufrimiento, en el desierto nada crece excepto muerte y desesperación, paradojalmente en su espejismo hallemos la fuente de su continuidad como desierto: la temporada.
Desierto, fetichismo, ilusión, idolatría, alucinación, cosificación etc., he aquí lo que el producto genera en los colectivos costeros......mientras, ¡todos sigan esperando por la temporada! y cabal síntoma de la enajenación que impera y gobierna.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias