Pero tal afirmación no deje de provocar cierto "ruido" en algunos escépticos y por ello la siguiente gimnasia interpelativa respecto a lo señalado en esto del vínculo, primero, todo vínculo exige reciprocidad entre dos partes y fundamentalmente una simetría entre esas partes, ahora, un docente y un alumno no representan esa simetría, segundo, el lugar de encuentro para favorecer tal relación queda librado a lo azaroso o a la voluntad entre las partes, y no es el caso de las aulas que implica un espacio impuesto y de obligación, tercero, lo que se hace no está sujeto a las inquietudes libres de las personas sino sujeto a determinados roles, uno debe enseñar y otro debe aprender, cuarto, si tratamos con personas la simpatía o antipatía entre ellas (profesores y alumnos) es un hecho y presente en las aulas.
Por eso lo del ruido en la afirmación del vínculo, porque el vínculo como tal no existe y no puede existir como fenómeno didáctico, de convivencia o como se lo quiera hacer entender etc., por las razones esgrimidas, entonces, ¿qué existe en las aulas?, el trato, pero no solo eso.
Trato, destrato, mal trato, indiferencia, culpas ajenas a la hora del estallido entre alumnos o profesor-alumno, los padres y la violencia social, lo pedagógico, y los papeles, el contexto, los acuerdos de convivencia como la única alternativa de defensa que posee la institución, los profesores que ven en esto un trabajo, otros como una vocación o terceros, por una necesidad de supervivencia ante algún fracaso profesional, o lo heterogéneo posicionado e incomprendido por la falta de estudios del colectivo geselino y ausencia de bibliografía pertinente de un contexto que muda siendo la institución escolar un lugar de eclosión de las diferencias señaladas, donde el caos se torna ininteligle.
Haciendo un paneo rápido en varios participantes -por supuesto algo no oficial de la institución-, le formule a algunos compañeros la siguiente pregunta ¿cuánto hace que asistís a estos espacios de encuentros?, entre 15, 17, 19 años fue la respuesta, que me llevo a la siguiente interrogación, ¿alguna vez escuchaste algo diferente a lo de hoy?, no, todos señalaron.
Atrapado en el Tiempo o El día de la marmota es una película que muestra a Connors, un petulante e insensible hombre del tiempo de una pequeña cadena de Pittsburg, y que es enviado por cuarto año a cubrir el día de la marmota en Punxsutawney, acontecimiento que se produce cada 2 de febrero, y en el que si la marmota ve su sombra al salir habrá 6 semanas más de invierno.
Acude con Larry, el cámara y con la productora, Rita, dispuesto a despachar rutinariamente su trabajo para salir cuanto antes del pueblo, aunque una terrible nevada se lo impide y deben pasar la noche en la población.
Cuando el despertador suena al día siguiente escucha en la radio lo mismo que el día anterior y ve que ya no hay nieve, sucediendo todo exactamente igual que el día anterior.
La repetición y la reiteración de eventos que son los mismos siempre provocan un cansancio y una pesadez notable, un Hades se instala por lo cual de antemano ya se sabe lo que habrá de ocurrir, quiénes hablarán y adivinar lo que se dirá, obligados a asistir, la masa de docentes se prepare a resistir estoicamente estas jornadas llamadas rimbombantemente de capacitación y cuanta cosa más, corolario, nada se diga en mucho decir.
El personal obligado por las jornadas debe subordinarse a la orden impartida que Inspectores, Directores se encargan de llevar a cabo, se debe obedecer, la desobediencia será castigada y aparezca en el contralor el día a descontar del docente que faltó y no aporto su correspondiente licencia.
Si se instala el día de la marmota en el colectivo, también lo hará en sus escuelas y se haga presente en sus aulas y seguir así, sin embargo, algo peor, que no sean las aulas el efecto del colectivo sino al revés.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias