La palabra explotación nos da a entender una relación asimétrica entre dos partes, por el cual una se beneficia a costilla de la otra, pero si digo "relación laboral", licuo el sentido del beneficio exclusivo de uno para un beneficio compartido y consistente en la ganancia del patrón y el salario del trabajador.
Pero la explotación no debe solo ser entendida como un escaso pecunio y un exceso de trabajo, sino por la imposición de un sistema que te obliga a hacer algo donde no es posible tu elección y eso implica estar y sufrir una dominación.
Por el cual en espacios recesivos como son los espacios costeros, la falta de trabajo será responsable que toda persona desocupada esté dispuesta a hacer de todo, changas, empleo en negro, trabajo temporario y al menor salario posible, ¿hay igualdad allí?, no, ahora, ¿se trata de la misma necesidad?, ¡claro que tampoco!, porque hablamos de unos en mantener o aumentar sus ganancias (dueños) y de otros, poder sobrevivir (asalariados).
La relación asimétrica es más que notable y muestra como nadie que la relación libre y de igualdad en esto del patrón y del trabajador, forme parte de una "violencia simbólica" tal como lo señaló Bourdieu, identificarse desde el argumento de tu opresor, señalar como una relación de igualdad a la explotación cotidiana.
Por el cual ya no hablamos de un empleador y un empleado a secas, sino de un sistema social y jerárquico basado en condiciones materiales o en otras palabras, entre quienes tienen y no tienen, sin embargo, tal descontento, disgusto e insatisfacción no habrá de redundar en un deseo por transformar el estado de las cosas por parte de los explotados y asalariados, no posea una correlación para cambiar el sistema social de la desigualdad, he aquí otra de las implicancias de la violencia simbólica presente como consecuencia de esa explotación social.
Estatus social, versus marginación queda expuesto en los mecanismos de decisión acerca del derrotero del pueblo y sus intereses como balneario, y como negocio relacionado con el consumo será mantenido como tal, decisión que habrá de afectara a las futuras generaciones de ambos bandos.
Este estatus social cuente con defensores del orden social explotador como es la presencia de la representación política y a tales fines, intervenga el discurso del marco de la democracia formal como cabal representante de la voluntad política del pueblo, no obstante, estemos ante un régimen político que orienta sus intereses hacia lo privado, lo particular y la defensa de los dueños de los servicios del pueblo.
Por ello no será gratuita la inquietud de aquel que quiera poner un negocio en el pueblo, saber acerca de la intervención del gobierno local, si es proclive a inmiscuirse desde su agenda contra los intereses de las decisiones empresariales y llegar a ser una barrera frente a ellos.
El argumento de la igualdad de todos ante la ley, una burla al sentido común, no toma en consideración que existe previamente un marco desigual y consistente en las condiciones materiales de la propiedad privada, marco desde las que se digita a todo vínculo laboral y así, invisibilizar a la explotación que la desigualdad instala o en otras palabras, a la tercearización comercial que ejerce y detenta, la condición de ser dueños, propietarios y empleadores, y tener en sus manos las riendas estratégicas del pueblo.
Los apellidos de la propiedad privada enredados en el escenario de lo público, no son parte de una perversa paradoja, sino consecuencia de un sistema creado a mantener las condiciones materiales de un bando y protegerlas desde el orden formal democrático, así, servicios y negocios, estrategias de gobiernos locales en función a las necesidades del balneario, formen parte de lo mismo, un poder enquistado en el seno de lo social donde reinan las relaciones de mando-obediencia, de servilismo-trabajo, y con relaciones asimétricas de igualdad.
Entonces, tu empleador y tu empleo, junto con lo que ganas, sean parte de una práctica de dominio y al naturalizarlas, es que las invisibilizas, corolario, las decisiones que te afectan día a día, no son las que tú decides y ellas, ¿dónde están?, la violencia simbólica te las oculte.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias