Pensar -todo el mundo lo dice-, es importante, pero si no hay quien escuche todo pensar pierda su importancia, así, ¿para qué pensar?, no obstante, más allá de ese grado utilitarista que se le adose al pensar, quien piensa no lo haga atrapado en la red de lo inmediato, sino que se perfile en la esfera del futuro, si bien se debe pensar en lo contextual donde reina lo contingente, necesite superarlo porque la propia tarea del pensar es mirar hacia el porvenir, estando atento lo que provoca todo presente.
El adagio "vive como piensas o terminaras pensando como vives" nos ilustre al respecto.
Mire -entre nosotros-, usted puede manifestar, gritar, llorar pero si eso no se traduce en un número en el lugar pertinente, entonces, está perdido, por eso si con su voto usted pone a gente en esos lugares donde manda la cuantificación, asegúrese de ser mayoría porque ahí lo que manda es el número o la objetividad que determina que usted como subjetividad que sufre, siente, llora, palpita, ríe, trabaja, no cuenta.
Y si puso a poca gente en los lugares de la cuantificación fue porque hubo otra gente que puso más todavía, gente con formas inconciliables paradigmáticas de vivir y ejercer lo político respecto a usted, bueno, usted deberá sufrir lo que ellos posicionaron con sus números.
No hable de valores, de conciencia, de República, pues eso pertenece al ámbito del pensar y si no entiende que los ámbitos no se mezclan jamás, como es "bueno, los perros no distinguen a los diputados", entonces, su pensar debe hacerse más penetrante, punzante, como esas balas y palos que recibe la gente que se moviliza por el accionar de la triunfante cuantificación.
¿La misma cambia de vencedores?, si, claro que si, el inicio del camino a ser vencidos de los presentes vencedores sea el auto examen de una silenciosa mayoría con la famosa interrogación-frase del ¡yo no lo voté!, pero no nos engañemos, eso no es pensar sino meditar en la cuantificación algo que no la anula sino que la potencia al esperar por las próximas votaciones.
¿Qué le estoy diciendo?, que no lo salvará la próxima cuantificación, la paradoja de la cantidad que provoca la cantidad, justifique la representación posicionada por la cantidad, así, cuatro años, dos años, por la positiva, por la negativa, ballotage etc. es el mando de los números y reflejo de una objetividad.
Entonces, ¿no a las movilizaciones, aceptar pasivamente lo que los cuantificadores determinan, resignarnos a ellos?, ese esfuerzo por hacer pensar a aquel que lo condena no sirve de nada, el número no piensa, sino que esta para determinar a vencedores y vencidos y como vencedor legisle, le asista la ley y sean protegidos por pretorianos entrenados tirando gases, balas de goma, palos, con camiones hidrantes junto a esos "que no distinguen a diputados de la gente común".
Es un castigo ¿verdad?, o la profecía del adagio cumplirse, "terminar pensando cómo se vive" como corolario de un no pensar.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias