Allí se jugó buena parte de lo que conseguimos estas últimas semanas.
Optar por el primer camino, hubiera sido más de lo mismo: utilizar el triunfo de ese domingo para imponer medidas que probablemente cimentarían la autoridad gobernante, pero tendrían en esa imposición, el mismo germen de su vulnerabilidad e insustentabilidad: nada permanece en democracia cuando no es fruto del diálogo.
Recorrer el segundo, lucía disruptivo, poco habitual en una democracia de gestos fuertes como la nuestra. Pero fuimos contra la corriente, y lo hicimos porque estamos convencidos de que los triunfos electoralesno otorgan derechos sino que extienden obligaciones y responsabilidades.
A ese primer gran cambio, de gobiernos que dialogan y acuerdan en lugar de avasallar y enrostrar legitimidad en las instituciones, sumamos un segundo paso adelante en un país acostumbrado a atar con alambre sin resolver temas de fondo.
Nuestra provincia fue presa durante décadas, de las aspiraciones políticas de gobernadores que la usaron como trampolín y la sometieron como si fuera un rehén. La distribución de fondos, a toda luz desventajosa para los bonarenses, se había vuelto una foto indeleble de la democracia argentina.
Allí tuvimos el segundo cambio de trascendencia. En lugar de apretar las clavijas, condicionar al gobierno bonaerense y aferrarse a los recursos, el Presidente evitó la segunda tentación tras las elecciones de medio término: discriminar a los bonaerenses para condicionar a su gobierno.
Y tenemos un reconocimiento concreto, constante y sonante que le significarán 100.000 millones de pesos a nuestra Provincia durante los próximos dos años, y una distribución de recursos más justa y federal del dinero de los argentinos.
Esos dos cambios tuvieron una tercera expresión. El acuerdo fiscal que rubricaron veintitrés estados provinciales y el Gobierno Nacional, compromete a cada gobernador a reducir impuestos distorsivos que atentan contra la iniciativa privada y a equilibrar las cuentas. Este mensaje, que tiene tanto que ver con un pasado de irresponsabilidad y con un futuro de certezas, acá está el tercer gran cambio de estos meses.
El equilibrio fiscal, que muchos entienden equivocadamente como una cuestión ideológica, es hoy política de Estado de gobiernos de diferentes visiones partidarias. No es tema de gobiernos progresistas o conservadores, es tema de gobiernos responsables.
Sobre la base de tres cambios nodales que experimentó la política argentina durante los últimos tiempos, es que debemos afrontar la tarea central de la democracia: construir oportunidades. Concretamente, debemos recuperar bienes públicos, decencia pública y un rumbo colectivo y estamos ante la mejor ocasión para hacerlo, con un gobierno que convoca y una realidad que compromete.
La Provincia de Buenos Aires recobró recursos y con recursos dignidad, el país reconstruyó un sistema federal en serio, a base de acuerdos políticos y materiales, y la democracia ganó solidez, aun cuando una minoría quiso aprovechar diciembre para conseguir a la fuerza lo que no consiguió en las urnas.
Estamos ante la oportunidad más importante en décadas. Tenemos recursos, tenemos visión y tenemos vocación para hacer de nuestra Provincia, la Provincia que los bonaerenses merecen. Los cambios, dejaron de ser un slogan, los cambios son hechos.
* Diputado Maximiliano Abad- diciembre 2017.
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