El analfabetismo, el no terminar la primaria, cosa de nuestros abuelos e incluso de algunos padres en el interior del país, era llevado como una suerte de falta, una mácula en aquellos que se sospechaba de analfabetos e incultos, apremiados por necesidades sociales, debieron abandonar la escuela porque era más importante trabajar y por ello, esa deuda se contraía con cierta vergüenza por no terminar el primario en algunos casos y ni el secundario en otros.
Pero la vergüenza en los analfabetos políticos y en los que saben leer y escribir pero no ejercen, no exista, al contrario, se torne un motivo de orgullo y que los lleva a considerar esa condición como una expresión personal de un saber de ¡qué se trata! y por ese comprender, han llegado a la decisión de no involucrarse en esas minucias de la política y ni del comprender etc., y que los torna especiales, distintos por no quedar atrapados en tales nimiedades.
Cuando se le pregunta en las aulas a los jóvenes ¿qué libros están leyendo?, ellos le dicen en su mayoría que "ninguno", y sus cualidades del pensamiento abstracto son deglutidos por la TV, las redes de lo virtual y el entretener de lo simultáneo.
Cuando usted pregunta a un joven en las aulas ¿ qué le gustaría considerar?, habla de un hecho concreto, confunde el hecho con la reflexión que siempre aguarda para tematizar el hecho y eso es pensamiento abstracto, pero como no están acostumbrado al esfuerzo interpretativo que aporta la lectura, entonces, quedan víctimas de lo que están acostumbrado que son el dato, el hecho, la imagen y punto, todo comience y termine ahí.
Que los jóvenes no lean es parte de una cultura dogmática que impone al libro por sobre las necesidades de quien lee, donde el cerebro queda subordinado a ese libro provocando lo que provoca, hastío, desinterés y apatía. Muy distinto es cuando el libro se subordina a la cabeza del joven, hecho que solo el interés puede despertar, algo difícil de lograr en un espacio donde reina el medioevo intelectual como sucede en el pueblo con noticias, hechos y realidades que se repiten día a día, año tras año donde una suerte epigenética conceptual suceda ante lo primordial del contexto: la temporada.
En todo sistema del pensamiento único, la disidencia o el pensar distinto es una falta grave, y siempre la sospecha de ese disentir habrá de recaer en la lectura, en los libros, por ello la quema de libros en el nazismo o de la otra brutalidad nuestra de "alpargatas si y libros no", que la oligarquía (la dogmática del libro) le hizo decir a Perón, cosa que no fue.
Ser analfabeto es ser ignorante y aquí, ignorante, no es no saber, sino negarse simplemente a saber.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias