Desde la Revolución Industrial en adelante la historia sindical muestra una larga lista de luchas y progresos que han hecho de estas organizaciones una herramienta fundamental en el mundo.
Esta modesta síntesis supone al sindicalismo exclusivamente al servicio del interés de sus representados.
Pero, porque siempre hay un pero en la vida, esta transparencia se nubla cuando la organización cambia su rumbo y se partidiza y abandona su sentido de base para pasar a formar parte de una fracción que descuida a los trabajadores y se pone al servicio de tal o cual interés político partidario.
Peor aún cuando las conducciones se eternizan en sus cargos con lo que se conforma una oligarquía sindical que da origen a dirigentes millonarios y trabajadores pobres.
La Historiografía Sindical provee material de estudio que muestra ejemplos de luchadores que entregaron sus vidas en defensa de sus representados.
La moneda, como todas las monedas, tiene dos caras.
Acá hablaremos de la otra, la que esconde detrás de la supuesta representación de los trabajadores la intencionalidad política partidaria de servir a un sector de Poder que desvía su camino.
Vamos a los hechos, que son más elocuentes que las palabras.
La Gobernación de María Eugenia Vidal fue escenario de una confrontación salvaje con los sindicatos docentes.
Cada diciembre aparecía el dirigente Roberto Baradel anunciando la no iniciación del período escolar en el marzo venidero.
Los sindicatos de maestros en la Provincia son cinco, pero fue el SUTEBA, comandado por Baradel, el mascarón de proa de las huelgas que plagaron la gestión Vidal.
Solo el último año se logró firmar la Paz cuando la Gobernadora dispuso un aumento del 15,6 % pagadero en junio para equilibrar la pérdida hasta ese mes y aplicar luego una cláusula automática de reajuste de acuerdo a la inflación.
Esa herramienta, que se conoció como la “cláusula gatillo” ha sido colgada en el cadalso del Gobierno nacional y popular de los Fernández, Cristina y Alberto.
El protegido de la Vice Presidenta, Axel Kicillof, ya se lo anunció a los sindicalistas.
Hasta ahí todo bien, porque va de suyo que todo Gobierno tiene la potestad de ordenar su política salarial según sus concepciones políticas y sociales.
Lo que no está bien es la pasividad absoluta de los guerreros de ayer que mansamente salieron de la primer reunión sedados por su pertenencia kirchnerista.
La reunión no fue en verdad una “paritaria” que por definición es un encuentro entre dos o más partes.
Esta fue en verdad una “unitaria” que Baradel y Cía. Se comieron como una galletita.
Una conversación en estos términos con la ex Gobernadora hubiera sido un incendio automático de escuelas, Ministerios y la propia sede del Gobernador.
Las “blancas palomitas”, como en aquella vieja serie de la TV, salieron mansas a dar explicaciones de lo inexplicable.
Una y mil veces se ha dicho desde esta columna que se bastardea la Educación cuando solo se habla de ella con la idea de ponerle un precio como si fuera una mercadería en un remate.
Habrá de llegar el tiempo en que se aborden en serio los cambios necesarios para mejorar la calidad de la prestación que es lo que en verdad se necesita para que la Argentina sea otra.
Posiblemente será así cuando los dirigentes también sean otros…
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