En "El silencio de los inocentes", Hannibal Lecter nos maravillaba por su capacidad de entrar en la mente de un asesino serial y bucear en las causas de su psiquismo para desentrañar el porqué de esas acciones homicidas. Y respecto a los jóvenes en cuestión, una catarata de notas, opiniones, artículos buscaron hacer lo mismo, los medios viviendo la triste euforia del acontecer luctuoso en el lugar turístico de la costa atlántica llamada Villa Gesell.
Por supuesto, que en tanto fracaso explicativo la demonización no tarde en llegar, su primer blanco fue ese deporte llamado rugby, violencia, códigos, manada, continuar con el sentido de clase de aquellos que lo practican, poner en tela de juicio los valores del tal deporte, y la memoria rastreando otros hechos de violencia en el señalado balneario elegido por miles de jóvenes, y los momentos de la noticia judicial con sus vericuetos legales etc., misa, santuario frente al boliche, pedido masivo de justicia, ¡bah!, de condena etc..
Pero en todo lo señalado hay algo a destacar, y se trata de las actitudes de los jóvenes encarcelados, algo es claro, un mudar en sus declaraciones a acontecido, pues de un simple ¡caduco! pasar a ser personas de derecho con un léxico al cual se sospecha de coucheado, o de cómo un individuo se comporta diferente, va cambiando, se va mejorando y hasta superarse como tal, de guapo pasar a tener miedo, de poderoso a ser débil, de patotero y golpeador a temer por su seguridad, de bárbaro a civilizado, pues temer por la seguridad habla de una sensibilidad que antes no estaba por su brutalidad, permítasenos lo siguiente, si fuera así, el sentido carcelario estaría justificado, en tiempo record modificó puntos de vista, logro en la celda nuevas experiencia enriquecedores y finalizar con un correlato deseado: el cambio de conciencias, pero usted sabe que se trata mera ironía nuestra. "Los límites del lenguaje son los limites de mi mundo", supo acuñar el notable Wittgenstein, paradojalmente el lenguaje nuevo posiciona una realidad supuestamente antes ausente en los jóvenes, hablamos de instituciones, normas, límites, autoridad y alteridades, contrastando con el lenguaje triunfalista, anómico, y propio sobre el hecho luctuoso.
Otra vez dos formas distintas se manifiestan y revelan que ellos, más allá de ser hijos de sus padres y de Zarate, son hijos de una contingencia que les muestra descarnadamente que su condición heroica y el mundo del cual provienen, hoy, ya no exista más. El nuevo lenguaje a decir muestre el mundo enunciado en él, ¿culpa, dolor, desesperación conciencia, rabia, ira, decepción? porque el lenguaje provee una visión de quien lo dice y del mundo en el que éste se encuentra, ....nada tan franco y revelador que ese ¡caduco! muy distinto del decir coucheado, una vez más la apariencia y lo real se visibilizan en la milenaria polémica de la verdad y lo falso mediado por la palabra.
Pero, un nuevo lenguaje espera.....................
Juan Oviedo
SiGesellnoticias