Tal definición es desde la óptica del votante, ahora, la mirada de quien se postula a la reelección ¿cuál sería?, “continuar con la tarea elegida y por falta de tiempo no pudimos realizar, por eso pedimos un tiempo más en el gobierno y continuar haciendo bien las cosas para nuestra gente”.
Desde un lado y del otro, los motivos son válidos, el confirmar y el pedido por continuar confirmados, un ejemplo paradigmático de lo que decimos está en la figura de Gildo Insfrán, quien ocupa el cargo de Gobernador de Formosa desde el año de 1995, ahora, una “curiosidad” sale al cruce acerca de estas -reelecciones indefinidas- y practicadas en la señalada provincias junto a las de Catamarca como en Santa Cruz. Pues -si o si- debieron cambiar “algo” en sus constituciones provinciales que les impedían la “reelección indefinida”, entonces, la pregunta ¿cuál sería el trasfondo que se quería evitar con lo indefinido?, y sabiamente sería –evitar- la ¡concentración de poder!, hecho que cimentaría el advenir del ¡caudillaje! e instalar la mirada “unidimensional” al resto del colectivo.
La reelección -indefinida o no- es e implica eso, la ¡concentración de un poder! y presente en ese que lo detenta, utilice todos los recursos “técnicos e institucionales” para imponer su juicio en lo que él denomina “su” gestión, gestión de gobierno o el carácter social de su aplicación, pero que una atenta mirada descubre estar –frente- a aspiraciones y remembranzas tiránicas ocultas, yaciendo en todo sujeto que aspira a ser reelegido y ¡explotar! su condición de caudillo.
Pero ¿es malo el nacimiento de un caudillo, jefe o jefa política, dirigente sindical u animoso militante?, donde ¡todos pero todos! lo que se consideren políticos, el llegar a “ser caudillo” sea la -piedra basal- de sus aspiraciones y tener así, la capacidad de poder –imponerse-.
El caudillo posee cierta idiosincrasia como alguien que se “piensa” superior, distinto, con cualidades que los destacan de la masa, inteligente, feroz, competitivo, cruel, astuto, son cualidades para subordinar, cohibir, seducir, persuadir a quienes se hallan bajo el radio de su accionar que suelen ser los menos favorecidos, los más vulnerables y necesitados, los desheredados de la tierra.
Suele escribirse una historia “común” en partidos con fuerte raigambre de –caudillaje- a nivel nacional como la base inaugural y contenedora de estas personas tras su ascenso político, que les permite tener presencia y “vigencia” en sus respectivas comunidades, hasta que él, como caudillo crece y logra -su autonomía- y ahí se invierta la ecuación, el partido “acuda” a –él- tras la búsqueda de una mayor cuantificación y acrecentar el caudal electoral a nivel nacional.
La “reelección” presentada como la venia a un gobierno justo, pujante, transparente, competitivo, que hace ¡feliz a su gente y a su pueblo!, hecho subordinado a las leyes institucionales y al sistema democrático que le permite perpetuidad, oculte otra realidad distinta que una mirada maquiavélica desnuda, “Cada uno ve lo que parece, pero pocos palpan lo que eres”.
Un poco palpar que instala la “nueva” –forma de lo tiránico-, la reelección.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias