Vayamos al ejemplo. Dos personas se quieren, forjando un compromiso con pertinencia social, pasan unos meses y entonces, uno de esos dos “deja” de querer y rompe el compromiso, por supuesto, su decisión no fue consultada con quien era su pareja, unilateralmente provoco y comunico la “ruptura”, ¿argumento?, -ya no sentir más como sentía antes-, por el cual se desembarace del otro/tra donde un otro/tra queda en medio de una “nada”.
Entonces, ¿fue moral que esa persona llevada por sus sentimientos –primero- construyera un compromiso para después, no seguir con ello?, tal acción puede ser definida como egoísta, pero a la hora de construir ese compromiso también estaba ese “egoísmo” de por medio, tratando de ser más incisivo se la pueda “juzgar” como liviana por generar un compromiso sin tener en cuenta que sus sentimientos son -efímeros, volátiles y livianos-, pero ninguno de nosotros ¡no manejamos ni determinamos la durabilidad de ellos!
¿Cuál es el problema moral de esto?, se trata del tercero, ese se torna víctima del primero porque sus sentimientos continúen, -ustedes saben. el amor no es causal- y quede atrapado en esa red para “colmo” quedar atrapado ahí significa que padezca: dolor, decepción, amargura etc., pero algo de lo que el otro -no ha querido provocar-, porque ese otro “no quiere” atormentar ni nada por el estilo, sin embargo, su decisión indirectamente lo provoque.
Y en este punto es preciso aclarar que son “las intenciones” la vara a utilizar para –juzgar- acerca del ámbito de lo moral, lo que nos dice que la persona que rompió el vínculo, no puede ser condenable moralmente porque ella no tuvo –intención- de provocar nada.
Ahora, pongamos la cuestión de otra forma. A uno de ellos se le “va” el sentimiento, pero por el compromiso realizado –continúe- con el mismo, así, social, familiar y contextualmente esa persona por permanecer fiel a sus obligaciones es –valorada- de forma intachable, pero a costa de -no vivir según lo que -él o ella- siente sino por seguir las normas, costumbres y ser consecuente con el pacto generado. Pero por mantenerse firme en el ámbito social atente en contra -de sí-, lo que la torna deshonesta por no actuar conforme a sus sentimientos, y esa falta de honestidad la haga ¡inmoral! por no ser consecuente con lo que siente.
Entonces, ¿son los sentimientos morales o inmorales en -sí mismo-?, no, ¡claro que no! sino lo que hacemos en relación a ellos “es” lo que se debe juzgar, porque la cantera de lo que somos permanezca inalcanzable a la dimensión que lo moral representa, que siempre es una construcción –ajena- y a lo que nos “ajustamos”, pero deja inalterable e inabordable la cantera oculta de donde “proviene” lo emocional! y el barniz cultural de los sentimientos apenas pueda representar, se trata de algo que el hombre no consigue abordar y lo moral, escasamente pueda suavizar, mitigar, atemperar etc.
Así, no debemos pedir ¡perdón” por lo emocional que “somos” y quizás deba ser al –revés-, que lo moral nos pida perdón por inducirnos a nuestra –deshonestidad- y aclarar que “dejamos” de lado en tal petición, a toda posible patología en ciernes.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias