Se trata de Ernesto, un joven de 22 años y que en una velada apacible darse una interesante dialéctica, en la cual, entre las tantas preguntas formuladas, una en especial profundizo la charla y fue por su “objetivo principal”, me respondió sin titubear ¡emigrar!, Irme de mi país. Se trata de uno de los muchos jóvenes y también adultos, quienes consideran que para encontrar ¡mejores condiciones de vida! la única alternativa es la de “marcharse” de Cuba, y que no significa encontrar su lugar en el mundo porque ese es Cuba, sino buscar mejores condiciones materiales para poder progresar.
Ahora, ¿tales inquietudes son por considerarse que ya no se piensan cubanos?, no, ellos lo son, quieren y se identifican como cubanos, porque el concepto de patria que han internalizado es global y eso jamás se desarraigue, sino lo que priva con la decisión de irse es algo bien -personal-.
La pregunta flota, entonces, por el sentido en los jóvenes por la –Revolución-, y a lo que Ernesto considero como positiva, pero -en el ayer- y ahora, como algo que hubo de ligar a los abuelos y padres, pero sin mayor presencia en la mayoría de los jóvenes de su espacio etario, muchos más abiertos al consumo y al progreso material y en oposición a tal planteo, su madre intervenir definiéndose como una “orgullosa” guevarista.
En un mundo globalizado, la trashumancia se va declarando realidad potencial donde la pertinencia de las fronteras son más del plano formal, antes que en el plano real que significa estar en otro país, idioma, costumbres, valores, comida, modismos etc., como límites a superar porque hoy día las “fronteras” son cada vez más permeables a esa trashumancia que la necesidad impone, tal como el capitalismo necesito para poder globalizarse y posicionar el mercado en territorios ajenos a sus dominios y a igual que la antigüedad, lo fue con las colonias griegas, como expresión de una trashumancia de jóvenes tras su oportunidad en otros espacios y lograr ahí progresar, lo cierto que el sentido de frontera se va a ir licuando con las décadas venideras y con ello lo nacional también.
La charla con Ernesto y su proyecto de emigrar me hizo recordar a los jóvenes geselino, porque si quieren progresar deberán primero, estudiar en universidades fuera de Villa Gesell y segundo, una vez recibidos tener lugar, espacio en el pueblo para que pueden ejercer y desarrollar su profesión, de lo contrario, deberán hacerlo en otros espacios.
La necesidad manda y la globalización, ya sea a un país, provincia u otra localidad, implique una oportunidad para que la “triada” se pueda imponer: juventud, proyecto y futuro, de lo contrario ser joven de por sí y que no herede nada del patrimonio familiar, será ¡una suerte de condena! Y con ello, el estancamiento de esa sociedad que solo la energía puede cambiar, la de los jóvenes.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias