Los acontecimientos que desencadenaron el resultado electoral del pasado domingo, ¡han sido increíbles!, típico de un mundo “ajeno” al terrestre y, por lo tanto, con una condición humana -ajena- a la nuestra, porque la nueva alianza electoral conformada para el venidero 19 de noviembre, pone en la palestra la cuestión de la condición ¡moral!, aspecto que suele dejarse de lado y no ser tenida cuenta a la hora del análisis electoral.
Somos la palabra y “no solo” para comunicar, sino que por ella también “habla” nuestra interioridad, que no es solo el de la conciencia-, sino de ese espacio como barrera a la animalidad del actuar: los instintos, y es la –moral-, la misma solo es posible desde el trasfondo de la dignidad de la condición humana, Kant distinguió entre lo que tiene “precio” y lo que tiene “dignidad”. Tienen precio aquellas cosas que pueden ser - sustituidas- por algo equivalente, en tanto que aquello que “trasciende” todo precio y no admite ¡nada equivalente!, eso tiene -dignidad-.
Así, lo indigno, es aquello que se vende, se prostituye, se vulnera, pero no hacia fuera de la propia persona sino para su -sí mismo-, en otras palabras, lo indigno es una traición a toda confiabilidad y seguridad, porque pone en la palestra a todo decir, pensar y actuar de la persona, que se vende y tiene un precio, lo que significa que has dejado de ser digno, y desde lo señalada debe verse el pacto entre Milei y Bullrich o……. los indignos.
El circo mediático señala ciertas cuestiones puntuales de las que no sería posible “retornar”, se trata de los insultos entre ambos candidatos, pero ¿insultos?, no son serios porque no poseen la estatura de la persona ¡digna! que le confiere formalidad al insulto, ¿perdonarse mutuamente?, ¡imposible!, si no existió falta, porque para que “exista” la falta se debe apoyar en la -estatura- moral del sujeto que la hace y sólo desde ahí, puede ser considerado falta, por lo cual todo es una ilusión, un simulacro porque ¡nada de eso es real!, ante sujetos que -han perdido- su propio respeto al canjear lo que -no se puede- canjear: su dignidad.
Pero hay algo a considerar de la nueva fórmula y es la ¡herida moral! que han provocado en aquellos que ¡sí!, “les creían”, que esos candidatos eran honestos, probos, dignos, esa credulidad defraudada es la -herida moral- y es la que no se hace presente en forma racional sino emocional, en otras palabras, ¡nuevos indignados! y -vigente- en el día del voto, eincluso “ahora”, porque ¿cómo cree que esos indignados que adhirieron al discurso de la casta -no piensen- que apelar a Bullrich es apelar a esa casta y a los amigos comunistas, los buenos radicales, ¡ah! y por supuesto, al estadista Macri, como también, ¿quién tomara en serio el decir de Bullrich, acerca de Milei al que definió como un sujeto de “ideas extravagantes” y vuelva a creer en su nuevo decir?
Los ídolos de barro que el sistema electoral posiciona -candidatos, campañas, debates-, nos muestra el absurdo de hacer significativo a lo insignificante, ayer fueron otros, hoy, lo son las desenmascaradas figura del -ayer león- en “gatito” y de la -inflexible, seria- candidata en “clown”, ellos son los nuevos actores de la presente comedia, pero lo trágico acecha y nos diga que tales títeres muestra la “indignidad” del propio sistema, por ser este un medio a los intereses que gobiernan y que no son elegidos porque se imponen, y a igual que Hécuba, no se pueda creer en lo que no posee ¡dignidad! y por su dolor y la desazón experimentada la hubo de corromper, y dudoso escenario para el emerger de la -aséptica- “herida moral”, por el cual y a pesar de todo, los indignos, continúen siendo “dignos”. Tal como los jueces siguen siendo jueces.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias